"La verdadera tragedia de los pueblos no consiste en el grito de un gobierno autoritario, sino en el silencio de la gente", dijo alguna vez Martin Luther King. Paola Garello (45), integrante de la agrupación HIJOS (acrónimo de Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) no cita al pastor afroamericano asesinado en 1968, pero habla más o menos de los mismo: "La famosa frase ’no te metás’ nos caló tan hondo como sociedad durante la dictadura, que hoy todavía persiste hasta en las cosas más simples. La gente no se mete ni se compromete en casi nada. El 17 de marzo hicimos una marcha por avenida Mitre para señalar centros clandestinos de detención que estaban en pleno centro: la comisaría, el hotel Tenaris, el club Ciudad… Lo que buscamos es que se sepa toda la verdad, y sobre todo que no se olvide para que nada igual nos vuelva a pasar".
Paola es una de las tantas querellantes en la mega causa "Campo de Mayo". Campana dependía operativamente de Campo de Mayo, dentro de la denominada "Área 400" que incluía a Zárate y Exaltación de la Cruz. Tenía a la fábrica militar de Tolueno Sintético como una de sus bases de operaciones. La cuenta alcanza a más de 300 víctimas en nuestra región. El padre de Paola, Luis Lorenzo Garello, fue una.
Garello militaba en la "Columna 17" de Montoneros. Licenciado en Ciencias Políticas, padre de 3 pequeños hijos y uno en camino, era jefe del Control Continuo de Petrosur (hoy Bunge) y también trabajaba unas horas como preceptor en la UTN Regional Delta. Había participado de la creación del Sindicato de Supervisores Químicos y Petroquímicos de Campana y Zárate, y armaba seminarios sobre sindicalismo que dictaba entre los estudiantes de los últimos años de la UTN.
Los Garello vivían en Balcarce, entre Ameghino y Coletta. La madrugada del 25 de agosto de 1976, rodearon la manzana. "Cuando se lo llevaron a papá –relata Paola- estaban todos con pasamontañas. Yo tenía 4 años y un tipo me apuntaba con un fusil, mientras veía a mi mamá, embarazada, que tenía un fusil en la cabeza y otro apuntando a la panza. Con mi papá eran tres: dos en la espalda, y uno en la cabeza. Mi hermano, de 5, estaba arrodillado sobre su cama mientras otro más le apuntaba. Yo tenía a mi hermana de la mano. Tenía 2 años y pedía la mamadera. Eran muchos, preguntaban a los gritos dónde estaban las armas. Dieron vuelta todo, rompieron y nos robaron cosas de valor de nuestra familia... no encontraron nada, pero a mi viejo se lo llevaron igual. Nunca más lo volvimos a ver. Yo dejé de hablar por un año".
Garello presentía que le podía tocar: ya habían caído algunos compañeros de él, e incluso le habían ofrecido sacarlo del país, y luego enviar a su familia. Le pareció exagerado: pensó que si lo detenían, quedaría "a disposición del PEN" (Poder Ejecutivo Nacional) como preso político algún tiempo. Tenía 32 años. Se equivocó.
"La gente cree –dice Paola- que nosotros estamos contra las empresas. No es así. Pero hubo gente, directivos, a los que los Servicios de Inteligencia les preguntaba si en su fábrica había células terroristas, y ellos señalaban gente e incluso aportaban información. Eso pasaba acá y en todos lados, y está documentado. A esas personas les cabe una responsabilidad. Por ejemplo, en la marcha del otro día, había gente que no podía creer que hubo detenidos en la pileta del Club Ciudad, algo que no inventamos porque está judicialmente probado. Lo que buscamos no es que los vecinos dejen de ir a la pileta, pero sí que lo haga sabiendo que ahí sucedieron estas cosas".
Marcados
Paola explica que ya es traumático haber vivido semejante experiencia, más aún crecer sin su padre "desaparecido", alimentando la esperanza de que alguna vez volviera, que estuviera con vida.
Con los años, investigando, Paola pudo acercarse a la verdad: a su padre lo asesinaron al día siguiente que fue secuestrado y su cuerpo fue quemado en un callejón al costado de la Ruta 193. Sus restos fueron identificados en una fosa común N.N., del cementerio de Giles, en el año 2011.
De aquellos años, lo que más la dejó marcada a Paola fue la estigmatización. "De chica –relata- no terminaba de darme cuenta, o lo naturalizaba. Pero después de que se llevaron a papá, nos empezaron a mirar diferente. Los vecinos, por miedo, miraban para otro lado o nos saludaban. Las maestras hacían diferencia, o no podíamos tener amigos porque los padres de los nenes les decían que no se metan con nosotros. Éramos varios así, una banda. Nos dimos cuenta de grandes, cuando nos reencontramos adultos, militando por los Derechos Humanos: como no teníamos a dónde ir, nos juntábamos a jugar en la plaza que está en el Barrio Dalmine Nuevo. Sólo en ese barrio había más de 15 desaparecidos: eran nuestros viejos".
Paola explica que al día de hoy, en Campana, se sabe que existen familiares de desaparecidos que jamás han reclamado formalmente ante la Justicia, e incluso sobrevivientes que guardan silencio. "Nosotros entendemos que ese miedo perpetuado a través del tiempo es muy poderoso. Y hay muchos sobrevivientes también que jamás dijeron nada, pero está documentado que se los llevaron. Entre sobrevivientes, y asesinados (desaparecidos y recuperados) el listado, provisorio porque aún siguen apareciendo casos, llega a más de 300 víctimas entre Campana y Zárate".
Luis Lorenzo Garello tenía 32 años en 1976. Sus restos fueron identificados 35 años después, en el cementerio de Giles.
Memoria a lo largo de la Mitre
El viernes pasado, al atardecer, Organizaciones de Derechos Humanos, agrupaciones políticas y vecinos marcharon desde la Plaza Eduardo Costa por Av. Mitre hacia la Ruta 6. La movilización, encabezada por H.I.J.O.S. Escobar-Campana-Zárate y la Multisectorial por los Derechos Humanos, efectuó varias paradas para señalizar lugares utilizados por la dictadura como centros de detención clandestinos. A la altura de la Comisaría de Campana, del ex club Villa Dalmine (hoy Ciudad) y del ex Hotel Dalmine (hoy Tenaris University Residence) se colocaron señalizaciones y se leyeron el nombre de los desaparecidos en Campana durante el autodenominado "Proceso de Reorganización Nacional". La marcha finalizó en la cancha de Villa Dalmine, donde se descubrió una placa en memoria de las víctimas que trabajaban en la entonces Dalmine Siderca, y a las que pasaron por el ex Tiro Federal.
Memoria a lo largo de la Mitre
Paola Garello: “La famosa frase ’no te metás’ nos caló tan hondo como sociedad durante la dictadura, que hoy todavía persiste hasta en las cosas más simples".