El síndrome de Tourette (ST) consiste en un desorden identificado por Georges Gilles de la Tourette en 1885, que hace que los afectados realicen movimientos o sonidos fuera de lo normal, llamados “tics”, que pueden ser motores o fónicos. Los signos más comunes son parpadear y despejar la garganta. Es posible que repita las palabras, gire o, rara vez, diga palabras groseras repentinamente.
Suele presentarse con otros problemas, como el trastorno de atención con hiperactividad, el obsesivo-compulsivo, ansiedad y depresión, según consignaron especialistas de la Fundación para la Lucha contra las Enfermedades Neurológicas de la Infancia (FLENI).
No se ha establecido la causa, aunque las investigaciones actuales presentan indicios importantes de que el trastorno es el resultado de la actividad anormal de al menos una sustancia química (neurotransmisora) del cerebro llamada dopamina. Es posible que también haya actividad anormal del receptor de esta sustancia química. No se descarta que otros neurotransmisores, como la serotonina, también puedan estar implicados.
El diagnóstico se realiza por medio de la observación de los síntomas y de la evaluación del historial del comienzo de dichos síntomas. No existe ningún análisis de sangre ni ningún otro tipo de examen neurológico para diagnosticar el ST. Sin embargo, es posible que algunos médicos deseen pedir un electroencefalograma, una resonancia magnética, una tomografía computada o ciertos análisis de sangre para descartar otras dolencias que puedan confundirse con el ST. Existen escalas de clasificación para evaluar la gravedad de los tics.
Es una forma grave y crónica de tics múltiples que se repiten irregularmente y aumentan con las situaciones de estrés.