El embarazo es un momento ideal si sabemos aprovecharlo, para conectarnos con historias personales muy antiguas, esas que hemos dejado relegadas en algún estante de nuestra infancia y que como todo suceso más o menos doloroso desplazamos a nuestro inconsciente.
La relación con nuestra propia madre, o sea nuestras vivencias como hijas, se cuelan indefectiblemente entre nuestra felicidad por la llegada del bebé y los sentimientos ambivalentes que nos invaden sin pedir permiso. Este es el momento ideal para buscar respuestas en nuestro interior, conectándonos con ese ser interno, verdadero y genuino al que generalmente no escuchamos, y lo que es peor, del que no tenemos registro alguno. Sólo allí podremos encontrarnos con nuestros miedos, con nuestras necesidades, con nuestros deseos y con nuestras capacidades y posibilidades.
Es una verdadera oportunidad para crecer y modificar viejos patrones de pensamiento y de comportamiento. Es un momento de la vida en que deberíamos hacernos cargo de nuestro propio poder, sintiéndonos verdaderas protagonistas de este proceso único. La mujer gestante tiene la posibilidad de acceder en este período a un nivel diferente y ampliado de conciencia.
La bibliografía clásica sobre el tema rotula a esos estados como regresivos o infantiles por el aumento de la sensibilidad, emotividad, distracción, olvidos; y propone a la mujer rápidamente volverse más adulta. Es común escuchar estos mismos comentarios en relación al puerperio, o sea al período posterior al nacimiento.
De este modo, estamos violentando una necesidad primaria de conectar con otras dimensiones de conciencia que surgen únicamente al atravesar ambos procesos. Al catalogar de infantiles estos comportamientos, estaríamos olvidando que los niños poseen una percepción del mundo mucho más sensible, estado que la educación cercena lentamente.
Casi en simultáneo con el comienzo de la concepción se produce un cambio hormonal tan fuerte que sólamente a nivel cerebral se activan áreas vinculadas con la percepción, ya que se establece un aumento de la actividad eléctrica del hemisferio derecho del cerebro.
Éste cambio determina un aumento sostenido de la intuición, la percepción y del desarrollo de la creatividad.
La mujer gestante debe ser acompañada en este camino, evitando desestimar tales sensaciones y propiciando transitarlo con total entrega y disposición. Si esto es posible, estaremos aprovechando un momento único en la vida donde podremos modificar y/o alterar conceptos y pensamientos que sin saberlo ya existían en nuestro interior, pero que únicamente se manifiestan a través del proceso de la maternidad.
Sólo estando dispuestas a conectar con todas estas sensaciones tan intensas como avasalladoras, pero a la vez infinitamente reveladoras y sanadoras, estaremos en condiciones de encontrar la máxima madurez emocional, que nos permitirá atravesar el nacimiento de nuestro hijo como lo que realmente es, un momento tan mágico como sublime.
*_Ana Lía es Puericultora Universitaria egresada de Fundalam y la Universidad de San Martín, Terapeuta Maternal egresada de la Escuela de Crianza de Laura Gutman, Instructora en Psicoprofilaxis del pre y post-parto, Instructora de Yoga; Y estudiante de la carrera de Psicopedagogía en el Instituto de formación docente Nº15 de Campana. Hace 25 años que dicta el curso de preparación para la maternidad, tiene grupos de apoyo para padres embarazados y en etapa de crianza, dicta talleres vivenciales de Masaje Infantil (Shantala), y acompaña a los padres en temas relacionados a las distintas etapas de desarrollo y crecimiento de los niños.
Contacto, correos electrónicos:
analiadelmarmol@hotmail.com,
puericulturaycrianza@hotmail.com_
Madurez Emocional: Puericultura y crianza