Es una enfermedad que suena antigua para muchos, pero que según un informe de enero de 2015 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) genera 200 mil nuevos casos cada año.
La lepra es una enfermedad infecciosa causada por una bacteria llamada Mycobacterium leprae que fue descubierta en 1871 por el médico noruego G.A. Hansen, razón por la cual también se la denomina “bacilo de Hansen”. Antiguamente se creía, por las deformidades que provocaba, que la enfermedad tenía causa hereditaria o correspondía a un castigo divino. En el siglo XXI sabemos que nada de eso es verdad, que las deformidades se pueden prevenir e inclusive que la lepra se cura porque desde 1981 contamos con una combinación de antibióticos de alta eficacia cuya tasa de recaída a 5 años es menor al 1%.
Los programas nacionales de lepra para 2011-2015 se han centrado más en las poblaciones desatendidas y las zonas de acceso difícil, con el fin de mejorar el acceso y la cobertura. En vista de que las estrategias de control son limitadas, los programas nacionales tratan activamente de mejorar la retención de los casos, el rastreo de los contactos, el seguimiento, la derivación de los pacientes y la gestión de los registros.
La lepra afecta principalmente la piel, los nervios periféricos, la mucosa de las vías respiratorias superiores y los ojos, y aunque no es muy contagiosa, se transmite por gotículas nasales y orales cuando hay un contacto estrecho y frecuente con enfermos no tratados.
De acuerdo con la OMS en 1985 existían unos 5 millones de enfermos en todo el mundo, y a partir de ese momento los números empezaron a bajar reportándose en 2013 unos 180 mil en todo el mundo.
Una forma de cortar la cadena epidemiológica de contagio es examinar periódicamente a los convivientes y familiares del paciente. Un diagnóstico precoz en un familiar lleva a un tratamiento también precoz y así, paso a paso, se corta la cadena de contagio. Entre las zonas más afectadas se encuentran los países del centro de África, India, China y Brasil. A nivel local hay muy pocos casos, comparado con 20 años atrás. Esto se debe a una política constante de control desde el estado, con la colaboración de ONGs que han llevado a que la lepra haya dejado de ser un problema sanitario.
En cuanto al tratamiento, las opciones que propone la OMS son los esquemas multidroga a base de Diamino Difenil Sulfona (DDS) Rifampicina y Clofazimina, aunque existen otros medicamentos alternativos.
Respecto a la prevención, lo más importante es que el paciente complete el tratamiento y que no lo suspenda cuando se ve mejor; también que haya un seguimiento médico hasta la cura, y manejar el control de los convivientes para el diagnóstico precoz.
Qué es la lepra.