Jericoacoará está ubicado en el Estado de Ceará, al nordeste de Brasil. Por su posición geográfica tiene mar tanto al oeste como al este, siendo así, uno de los pocos lugares en Brasil donde se puede ver tanto el amanecer como el atardecer en el mar. A solo 23 kilómetros por un camino de dunas se encuentra Jijoca, la ciudad más cercana, y a 305 km, Fortaleza (desde donde siempre se hizo el arribo aéreo). A Jericoacoara sólo se accedía o por la playa viniendo en buggy / 4×4 desde el oeste (por la ciudad de Camocín) o desde Jijoca también por 4×4. La razón de esto es que no hay manera que los autos sin alta tracción entren al Parque Nacional. Hoy, a pocos meses de haberse inaugurado el aeropuerto de Jericoacoara, evitamos el traslado de 6 horas de ida y 6 horas de regreso a Fortaleza y el cambio de vehículo.
La particularidad de "Jeri" (así la denominan los lugareños) es su aislamiento del concreto y de las rutas "interestatales" separada por kilómetros de dunas, el único modo de llegar es a través de vehículos especiales como buggies.
El sitio está dentro un Parque Nacional de ensueño: kilómetros y kilómetros de dunas y lagunas cristalinas de agua dulce, que esas sí, les quitarán el aliento.
Jericoacoará era una antigua villa de pescadores y hace no más de 30 años todo el pueblo se dividía en dos o tres familias indígenas. Hoy en día, pese al auge y la explotación turística, mantiene mucho de su encanto rústico y natural, y esperemos que sea siempre así y nunca lleguen las grandes cadenas hoteleras a construir, en detrimento de la naturaleza virgen del lugar: las calles siguen siendo de arena blanda (no son más de 15), no hay tránsito de vehículos, las construcciones son bastantes simples y la iluminación tenue.
Tiene un pequeño centrito al que no le falta clase, pero siempre respetando las características del lugar.
Basta con caminar menos de un kilómetro para dejar atrás la villa y estar rodeados de dunas y burros. Antes de usar el caballo, los indígenas caéte usaban al burro como medio de transporte en las dunas y ahora simplemente, sin patrón ni cadenas, andan libremente por ahí.
En la actualidad no son muchos los nativos que quedan y la villa está llena de extranjeros: muchos europeos que han comprado terrenos y construido casas y posadas para alquilar y muchísimas familias de otros sectores de Brasil que han elegido vivir allí y alejarse un poco del caos de las grandes ciudades.
En el nordeste de Brasil existen dos estaciones bien diferenciadas: la estación húmeda (de enero a junio aproximadamente) y la estación seca (de julio a diciembre). En la estación húmeda llueve bastante y se la considera temporada baja. De julio en adelante, la lluvia se va pero llegan los vientos. Sí, en Jericoacoará hay viento. Por eso es un destino muy solicitado para los que gustan practicar deportes de agua como kitesurf, windsurf o surf mismo, por lo tanto, al elegir la fecha del viaje, hacerlo según lo que están buscando hacer en Jeriacocoara. Si no son amantes de estos deportes y lo de ustedes es ir a la playa y relajarse tomando sol, pueden viajar durante todo el año, teniendo en cuenta lo que explicábamos más arriba. Hilando fino, probablemente los mejores meses son entre mayo y julio: las lluvias son esporádicas, hay menos viento, las lagunas dentro del Parque Nacional están todavía llenas y hay bastante vegetación porque aún no se ha secado todo y convertido en un desierto árido.
Es importante tener en cuenta que en los meses de temporada alta (de julio a diciembre) los precios suben muchísimo y la villa se atiborra de gente.
¿Qué hacer y que ver en Jericocoará?
Ver la caída del sol en el mar la duna do pôr do sol: Si están en la playa, van a ver alrededor de las 17 hs que toda la gente camina hasta esta duna que queda en el oeste, se compra unas cervezas y se sienta sencillamente a disfrutar el atardecer. Normalmente después de la caída del sol aparece una rueda de capoeira en la playa para completar el espectáculo.
Caminar hasta la Pedra Furada es otro clásico infaltable del lugar, es una caminata de 3 km se puede llegar a la famosa piedra agujereada producto de la acción de los vientos, del agua salada del mar y el tiempo. Es un lindo paseo también para conocer otras playas.
No nos olvidemos nuevamente de los que buscan hacer deportes de agua: ya sea surf, kitesurf o windsurf, hay muchas tiendas con alquiler de equipos y con clases para aprender. Si estaban con ganas de experimentar algo nuevo, quizá Jericoacoará es el lugar. Para los que insisten y no le agarran la mano a estos deportes de viento, pueden alquilar cuatriciclos.
Otra de las actividades que no puede faltar es ir a Lagoa Azul y Lagoa Paraíso: Son los imperdibles de Jeri y por lo cual vale la pena el viaje.
Se van a encontrar con la típica postal publicitaria de Jericoacoará que recorre el mundo en revistas y sitios webs: aguas cristalinas rodeadas de grandes dunas, redes para acostarse en el agua y una infraestructura simple, pero muy acogedora. Ahora, como no todo es perfecto, los precios de los productos a consumir en Lagoa Paraíso son una locura, con lo cual los prevenimos para que vayan preparados a pagar mucho o con una vianda.
Y los dos últimos datos fundamentales:
Dinero: Viajen también prevenidos porque no existen bancos, cajeros ni casas de cambio.
Iluminación: la energía eléctrica apenas alimenta a las viviendas, no hay postes de luz en las calles, por tal motivo es recomendable llevar una linterna para las noches sin luna.
ventas@vuelosyvacaciones.com.ar
San Martín 428 - Tel: (+3489) 447 337
Hoy en día, pese al auge y la explotación turística, mantiene mucho de su encanto rústico y natural
El sitio está dentro un Parque Nacional de ensueño: kilómetros y kilómetros de dunas y lagunas cristalinas de agua dulce, que esas sí, les quitarán el aliento.