"Cuando el láser no es el adecuado, el riesgo son quemaduras o cicatrices, pero con los láseres modernos desarrollados para la eliminación de tatuajes este riesgo se minimiza" -- Mª José Alonso
Para eliminarlos, hace años se utilizaban métodos muy agresivos que dejaban marcas. Ahora, se usa la luz de láser ultrapulsada, que además de ser más segura «se puede considerar efectiva casi en el 100% de los casos». Así lo asegura la doctora Mª José Alonso, miembro de la Academia Española de Dermatología y Venerología, aunque también tiene algún inconveniente: "Cuando el láser no es el adecuado, el riesgo son quemaduras o cicatrices, pero con los láseres modernos desarrollados para la eliminación de tatuajes este riesgo se minimiza", apunta la dermatóloga.
David Sánchez, dueño de ZeroInk, es el encargado de que el tatuaje no sea un problema para el examen de Silvia ni para muchos otros, ya que calcula que el 70% de sus clientes se los quita por el mismo motivo.
Las sesiones
Para descartar alergias o problemas en la piel que no soporten el efecto del láser, la primera sesión es clave: "Se prueba siempre con potencia baja para ver cómo reacciona la tinta y el paciente. La más alta se usará cuando ya está casi eliminado", explica David.
Ya es la tercera visita de Silvia, por lo que la sesión empieza directamente limpiando la zona con alcohol y protegiéndose la vista con gafas especiales. Una vez hecho esto, el puntero del láser enfoca a las estrellas de la muñeca y dispara. Cinco minutos de fototerapia completan la sesión, algo que no se realiza en todos los centros. «No es determinante para que un tatuaje se borre antes, lo aplicamos por curación, ya que fomenta la creación de elastina. Reducimos un poco la inflamación producida por el láser y cicatriza antes para prevenir posibles infecciones», explica David. Una vez acabado, se aplica un poco de crema, se cubre con papel transparente y a repetir el proceso en las flores de las piernas. Los precios por sesión pueden ir desde los 35 euros para los tatuajes más pequeños como el de la muñeca hasta los 180 para cubrir los más grandes.
Ambas zonas terminan inflamadas, incluso ensangrentadas, algo habitual. «Cuando tatuamos, el organismo deja la tinta en pequeñas cápsulas, y el láser las fragmenta. Cuando eso pasa se produce la inflamación. Si tiene mucha carga de tinta suele producir alguna ampolla o costra, pero forma parte del proceso de curación», asegura David.
¿Duele? «Como un pinchazo con una aguja ardiendo». Así lo describe Silvia tras sufrirlo en su propia piel. Por suerte, sus tatuajes son negros, que junto con los grises y azules son los más fáciles de borrar, según la doctora Alonso, que señala los amarillos y verdes como los más complicados. Por zonas corporales, la espalda, muslos y brazos son las partes que mejor se borran: «Las superficies más fáciles son las que no presentan huecos o curvas y en las que la piel es más gruesa», explica.
Cuidados
Lo más importante después de cada sesión es evitar posibles infecciones. Para ello, el profesional recomienda una crema que proteja la zona y no tener contacto con animales. Además, «evitar el sol 10 días antes de la sesión y 15 días después porque puede dejar cicatriz». Aunque la tecnología es cada vez mejor y es posible borrar un tatuaje al 100%, la colaboración del paciente puede ser determinante para lograr una mayor eficacia.
La media de sesiones necesaria para borrar un tatuaje oscila entre seis y ocho, algo que puede variar, según la doctora Alonso, «dependiendo del tiempo del tatuaje, de la cantidad y color del pigmento, así como de la profundidad». Hay que tener en cuenta que es un proceso lento que puede llegar al año, pero los clientes pueden ayudar en él. «La tinta se elimina por el sistema linfático: si bebemos mucha agua y hacemos deporte, esto va a ayudar al borrado», explica David.
Entre sesiones se debe esperar de mes y medio a dos meses, tiempo que se duplica si queremos hacernos otro tatuaje encima, lo que se denomina cover. A la inversa, para la primera sesión de láser tras marcarse la piel deberíamos esperar de seis meses a un año. En cualquier caso, el tatuaje ya no es algo para toda la vida.
Cada vez son más las personas que se someten a este proceso