"Porque un corazón feliz gobierna mejor su propia instintividad, gobierna mejor su debilidad y su capacidad para hacer el mal, conoce mejor su propia libertad"
Pero de lo que no somos conscientes es que la vida entera es una experiencia educativa, donde debemos aprender a ser felices y a amar incondicionalmente, a pesar de que muchas veces el mundo nos demuestra lo contrario, éste es nuestro principal desafío.
Lo que nuestros hijos necesitan es ver, no sólo en sus colegios sino también en sus hogares, a adultos que saben lo que hace falta en la vida, deben ver que su existencia tiene sentido. Deben ver que si sus padres son felices, entonces hay un propósito y vale la pena estar en este mundo. El trabajo del niño es mirar, mirar siempre al adulto que tienen enfrente; primero a los padres y después a otras figuras adultas que encuentran en la escuela y en el ambiente que los rodea. Los adultos somos los protagonistas activos de la educación de los niños, somos su modelo a seguir.
Es así como educamos, no sólo con la palabra, sino también con las acciones, con nuestro testimonio. Cuando somos certeros en nuestras acciones transmitimos seguridad. La certeza del niño se alimenta de la certeza del adulto que tiene delante, de su solidez. Así los niños crecen sanos, porque crecen seguros. Siempre les estamos mostrando una forma de estar frente al mundo, les comunicamos el sentido de la realidad, ya sea bueno o malo, positivo o negativo. Si no somos conscientes de esto y lo que transmitimos es incierto y desesperanzador, entonces los niños crecen miedosos e inseguros, sin referencias, sin un propósito, sin un sentido.
"Nosotros procuramos enseñar a nuestros hijos lo que está bien, intentamos que se porten bien, que sean buenos, que no digan mentiras. Pero cuando tu hijo se hace mayor es como si preguntase: ´Pero papá, ¿Por qué tengo que ser bueno en un mundo que dice exactamente lo contrario? ¿Por qué no mentir cuando conviene? ¿Por qué no robar?´." (Nembrini, p.54). Los valores necesitan un fundamento, una razón. Por eso cuando surgan estas preguntas es bueno responder con palabras, pero también con nuestra experiencia vivida. Todos estamos en el mismo camino, nos hacemos las mismas preguntas que los niños. Aún así, es importante que sepan que estamos para caminar siempre juntos, estamos para superar cualquier desafío o problema porque creemos que hay una promesa de bien en la vida, creemos que vale la pena estar aquí y honramos nuestra existencia siendo felices. "Lo que hace falta es insistir para que pueda ser feliz, no se trata de machacar en que haga esto o aquello, en que cumpla las reglas (que por supuesto también son necesarias), sino de testimoniarle continuamente un bien grande por lo que merece la pena vivir. Porque un corazón feliz gobierna mejor su propia instintividad, gobierna mejor su debilidad y su capacidad para hacer el mal, conoce mejor su propia libertad" (Nembrini, p.56).
Entonces te pregunto, ¿Cuando los niños te miran, que les estas enseñando, que mensaje les estás dando? ¿De felicidad y esperanza o de inseguridad, de amargura y frustración?
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Ref. Bibliográfica: NEMBRINI Franco (2014), "El Arte de Educar de Padres a Hijos". Editorial Encuentro, Madrid.