Cierro los ojos y busco en mi interior aquellos momentos de la vida que me acompañan, momentos que me hacen feliz. Entonces, emergen destellos, instantes efímeros dentro de la eternidad. Los brazos de mi mamá que buscan protegerme y su amor incondicional. La mirada cómplice de mi abuelo que, incluso con sus ochenta y siete años y con su Alzheimer, me recuerdan que a pesar de no saber quiénes somos, su alma aún nos reconoce. El brillo de los ojos de mi primo cuando llegó a nuestras vidas y sus risas que irradian inocencia y felicidad. Las manos de mi abuela que con tanto amor y dedicación preparaban el almuerzo de los domingos. Los bigotes de mi papá y los juegos de la infancia. El rosedal de la casa de Córdoba, donde pasamos las mejores vacaciones. Las charlas y mates con mi hermano que añoro con locura. Los brindis con amigos, compañeros de vida, aliados y maestros.
El silencio entre aquellos que ya nos conocemos tanto que no necesitamos decir palabras, porque con una sola mirada sabemos los que nos pasa. Caminar por la playa sintiendo el agua del mar en los pies, ver llover detrás de un vidrio empañado, mirar el cielo y buscar formas de animales en las nubes, escuchar el ruido de las hojas cuando son movidas por una brisa suave, el canto de los pájaros, el fluir del río y el atardecer de algún verano.
Todas expresiones de la vida que se pierden en la cotidianidad, que pasan desapercibidas siendo casi invisibles, silenciosas. Sin embargo, allí están para recordarnos que no es necesario vivir del futuro, esperando que algo importante nos suceda, porque los milagros, las maravillas, ya están sucediendo en cada momento a nuestro alrededor. Somos un pequeño paréntesis en la eternidad, y aquí estamos AHORA, siendo, sintiendo, viviendo.
Te pido que, al igual que yo, busques en tu interior aquellos momentos que hoy te hacen mejor persona; y celebremos la vida con todo su esplendor y con todos sus matices; porque incluso aquellas lágrimas, que al pasar dejaron un gusto salado, también nos enseñan y nos ayudan a crecer. De esta forma, cuando lleguemos al final de esta vida, sabremos que nada fue en vano, que todo valió la pena.
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