"...La decisión está tomada. El problema es la inversión. Hay que desarmar la disco y volver a las fuentes. El cine se recuperó otra vez. La gente va a seguir viniendo y cada vez en mayor cantidad..." -- Jorge Altieri
"Es una opción que tengo. El boliche está perfecto. Pero quiero que mis hijos sigan con el teatro. Yo me propuse que mi último trabajo sea volver al teatro y dejárselo a mis hijos..."
"Me halaga y si bien para mí es un trabajo, es algo importante", cuenta su dueño, Jorge Altieri. "En el país, que no sean complejos como los de Buenos Aires, como el Cine Campana hay muy pocos. Te sobran los dedos de la mano. Y en la región, ni hablar. Desde Escobar a San Nicolás no hay nada. Las butacas que tengo ahora se las compré a San Nicolás cuando cerró", agrega.
Lo cierto es que el Cine Teatro Campana fue inaugurado el 6 de julio de 1960 y según cuenta Jorge Altieri, se ha planteado cerrar la discoteca Bonnie Club, que funciona en la planta baja y armar ahí otra sala de cine y teatro. "Calculo que va a tener unas 600 butacas, y vamos a proyectar 3D. Va a quedar espectacular", cuenta, antes de comenzar una charla que se inicia con los recuerdos que, a través de esos 56 años de trayectoria, fueron quedando en su memoria y en la de toda una ciudad.
-¿Qué películas recordás como éxito de taquilla?
-Con "Nazareno Cruz y el Lobo", y con "Juan Moreira" había gente sentada en los pasillos. Pero la que la más impresionante fue la del caso Schoklender: "Pasajeros de una pesadilla", con Federico Luppi y Alicia Bruzzo. En 1984. Recién arrancaba la democracia. Luppi y la Bruzzo, desnudos… imagináte: mi vieja, en su vida había visto a un artista de televisión en bolas. Aparte, el tema de la película: la madre se acostaba con el hijo, un parricidio… para mí fue la película que marcó un quiebre entre la cajita de cristal en la que vivíamos, y lo que se venía. Muy fuerte para esa época. Después, éxitos de taquilla hubo montones. "Chatrán" era una tontería, pero había colas de hasta cinco cuadras. Y estamos hablando de 1200 butacas, imagináte la gente que entró a verla. También es cierto que en ese tiempo la entrada valía sólo un 1 dólar. Y después, como teatro, pasaron todos en cincuenta y pico de años, hasta Tusám.
-¿Cómo fue que a tu papá se le ocurrió hacer semejante inversión?
-En realidad fue a mi papá, Ángel, y sus dos hermanos. Manejaban el Frigorífico Municipal de Campana, donde hasta no hace mucho estaba la policía montada, atrás de la UTN. No eran de dinero, pero manejaban plata. Era todo distinto. En esa época se conocían todos. Y lo hizo sin pedir un peso al banco. Yo tengo las libretas de mi viejo, y se puede leer: "Gaitán Altieri: $100 mil. Fulano: $100 mil. Mengano: $100 mil. Y después están todos los recibos de pago. O sea, la gente tenía la plata y te la prestaba a vos, de palabra. Tengo esa libreta guardada para que mis hijos vean cómo eran antes las cosas y cómo son ahora. Así se hizo el cine de los hermanos Altieri: respetando la palabra.
-Semejante edificio, en 1960, en medio de la nada, debe haber sido todo un hito urbano…
-Toda la cuadra era un gran bañado. Yo tenía 8 años cuando lo inauguraron. Ahora tengo 60. La Rivadavia, hoy Varela, era de tierra. No tenía cordones. Tenía una franja de asfalto en el medio. Así era la Rivadavia. Yo iba a la escuela, y en la esquina cruzábamos un puente. Estaba el famoso zanjón, sobre Alberdi. Sigue estando, pero ahora está entubado. Bajás a las alcantarillas y salís a la Ruta 6. Es tan grande, que prácticamente se puede andar en auto por ahí abajo. El cine nació también como salón de fiestas, y después fue 100% cine. En esa época, el cine era algo periódico para la gente, de asistencia semanal. Porque venían a ver la continuación de las series. La televisión no estaba todavía desarrollada. Pocos tenían televisión. Y con una acústica increíble para la zona: acá se cantaba a capella. Está muy bien hecho todo. El escenario sigue en pie y los camarines también. En términos de espectáculos, creo que todo pasó por acá... Teníamos 400 butacas arriba, en la pullman y 800 la platea. 1200 espectadores.
-¿Hoy que capacidad tienen las 2 salas?
-La pulman original tenía 400 butacas, pero hoy entre las dos salas hay 210 lugares. Se perdió mucho lugar al poner las pantallas, porque hay que dejar un espacio razonable hasta la primera fila. Así perdimos cuatro o cinco hileras de butacas. También perdimos una hilera completa a manos de la pared divisoria. Y además, las butacas de ahora son distintas a las del pasado y son más anchas.
-¿Cómo es eso de volver al teatro?
-Es una opción que tengo. El boliche está perfecto. Pero quiero que mis hijos sigan con el teatro. Yo me propuse que mi último trabajo sea volver al teatro y dejárselo a mis hijos. Es un negocio más tranquilo. La decisión está tomada. El problema es la inversión. Hay que desarmar la disco y volver a las fuentes. El cine se recuperó otra vez. La gente va a seguir viniendo y cada vez en mayor cantidad. Porque lo que cuesta el peaje de la Ruta 8 en Pilar es lo que sale la entrada acá. Lo que tiene el vecino de Campana acá, prácticamente ya no existe en ningún lugar del país. Ahora para ir al cine necesitás el auto, tu señora, tus hijos… acá dejás a tus hijos, y a las dos horas los pasás a buscar. No hay muchos lugares para hacer eso. Con $100 lo solucionaste. La crisis juega a favor del cine, porque el movimiento de la familia es costoso. Ninguna guardería te recibe a un chico el fin de semana dos horas por $100 y vos en tu casa tranquilo tomando mate con tu mujer. Eso ya no existe en la Argentina. Sólo en Campana. Pero es muy costosa la inversión.
-Pero además, estuvo un tiempo cerrado
-Campana, como sala de exhibición, en términos de volumen no existe. Cuando cerré, el video club Labriola tenía las películas antes que yo. El tema era así: antes se hacían copias de las películas. Por ejemplo: Porcel y Olmedo, 100 copias. Las copias valían 1000 dólares y se hacían en Paraguay. Duraban 3 meses, si los proyectores eran buenos. ¿Qué pasaba? Arrancaba Capital Federal. Después, capitales de provincia. Después, ciudades importantes. Después, menos importantes… y así hasta llegar a Campana. Y cuando llegaba a Campana, la copia no servía más: estaba toda rallada, el sonido roto, o le faltaban 10 minutos de película. Y ese formato de negocio es lo que reventó a los cines chicos como el nuestro: los estrenos llegaban tarde y mal, y el video club nos terminó de matar.
*-¿Y qué cambió?
* -Me asocié con una empresa que tiene shopping, de todo. Entonces pasé a estrenar al mismo tiempo que las grandes salas argentinas y del planeta. Y tecnológicamente lo mismo: todos los cambios de sonido, de luz, las butacas… todas las novedades tecnológicas llegaron a Campana. Hoy, el proyector no tiene mecanismo ni movilidad. Un proyector antes tenía 10 mil engranajes… Esto ahora que proyecta es una computadora, más fornida y pesada de las que tenemos en casa, pero computadora al fin. La película ya viene programada desde Buenos Aires. Los horarios, las pausas para limpiar y acomodar, todo. Me entregan un disco rígido programado al que yo no tengo acceso, se dispara solo. Además, ese cartucho está preparado para el proyector de una sala. Si por alguna razón, ese proyector se me rompe y yo quiero usar es cartucho en la sala de al lado, no puedo. El sistema es perfecto. Antes, con la cinta y la podía pasar en Zárate y Campana a la vez, era mi perrogativa. Incluso, si quería, podía pasar la misma película en las dos salas a la vez, con segundos de diferencia, porque entre un proyector y otro tenía 8 metros de distancia. Ahora no puedo. En cinco décadas el negocio fue cambiando. Supimos adaptarnos.